Analizamos El Último Duelo. Sir Ridley Scott está en un estado de forma envidiable, saca un par de pelis al año, maneja grandes presupuestos, trabaja con los mejores actores y básicamente sigue haciendo lo que le da la gana, y eso es todo un logro para alguien de su edad, muchos ya estarían jubilados o el propio sistema de Hollywood los hubiese desterrado.
El problema con el señor Scott es que aunque sus películas siempre tienen un acabado y un nivel por encima de la media (excepto toda la basura que ha hecho con las secuelas de Alien) no llegan a ser redondas y con la peli que traemos hoy pasa lo mismo.
Tenemos por un lado todo lo que promete una película de Scott, su fotografía en grises, un montaje que soluciona el problema de contar la peli al estilo Rashomon, sí, digo problema porque está a un pelo de hacerse tediosa, el montaje la salva. Algún que otro plano para el recuerdo y violencia gráfica justificada cuando es necesaria. Aún así como pasa con muchas de sus últimas películas se siente que está dirigida en piloto automático.
Respecto al guion, hecho a tres manos por Ben Affleck, Matt Damon y Nicole Holofcener, funciona bastante bien a la hora de tratar los puntos de vista de cada uno de los personajes, ya que la historia se contará tres veces a través del prisma de cada uno de ellos. Haciendo que el relato vaya cambiando y vayas empatizando con la protagonista y viendo como se hace una alabanza al metoo en plan medieval. Y en ese aspecto es donde mejor funciona el guion al colocar a una heroína en un periodo histórico terrorífico para las mujeres y hacer un alegato feminista a favor de la maternidad, la vida, la verdad y la integridad. Excepcional el momento de la protagonista con su suegra, define toda la película.
Respecto a los actores, todos están perfectos, hasta Ben Affleck que se le ve más cómodo de lo habitual actuando. Al final el que se lleva el gato al agua es Adam Driver, este tío será el nuevo De Niro o lo que el quiera. Siempre lo hace bien (menos en Star Wars, pero eso no es culpa suya).
El problema de la película dentro de todas sus bondades es que es mucho mas impactante cuando Scott filma el duelo o las batallas que cuando filma el drama, y eso se nota mucho en el último capítulo, donde todo el protagonismo cae en la heroína y al episodio le pesa su propio ritmo. Obviamente cuando llega el final remonta con el duelo, y también es cierto que durante ese episodio te das cuenta de lo bochornoso de la subjetividad de los dos antagonistas de Jodie Comer. Pero aún así, con todas estas ventajas e incluso algún que otro momento excepcional es el capítulo que se ve más lastrado por el tedio y esto hace que no llegues a empatizar del todo con la protagonista y su sufrimiento y estés más pendiente de que se den de ostias los dos caballeros ya de una vez.
Todo esto queda remarcado en el doble final, el primero potente critica al vulgo y a su miseria, el segundo intenta recuperar una luz impostada que fuerza pero que no consigue porque no se hasta que punto a Scott le importaba el tema de su película tanto como hacer una película de un periodo histórico que le fascina.
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